Hasta 1945 el régimen franquista estuvo inmerso en una estrategia posibilista, que le llevó a tejer una red de continuas negociaciones enmarañadas, con la traída y llevada guerra del wolframio, la devolución del oro nazi o la larguísima negociación de los Pactos de Madrid. Se trataba de aguantar y de sobrevivir al final de la Segunda Guerra Mundial con continuos reacomodos. Una política adaptativa en la que se entrecruzaron, en ocasiones de manera contradictoria, los prioritarios intereses económicos y los artefactos ideológicos con el objetivo de apuntalar al régimen. Los distintos capítulos de este libro aportan más información a estas dinámicas de tira y afloja: la progresiva aceptación del franquismo al hilo del permanente interés norteamericano por mantener las cuotas de intercambio comercial durante y después de la segunda guerra —como observa Misael Arturo López—; las contemplaciones de los aliados para aplicar la estrategia del Safehaven y beneficiarse de la liquidación de los bienes alemanes —que pormenoriza Carlos Collado Seidel—; y el gran éxito negociador de Demetrio Carceller para mantener abiertos los conductos comerciales con ambos bandos contendientes —explicado por Francisco Contreras—. Y, junto a ello y por ello, la fuerte permanencia del lenguaje político para consumo interno a pesar del reacomodo exterior —como marca Zira Box—; el nulo reconocimiento de los derechos democráticos, representados aquí por la censura aplicada a la prensa, la radio, el libro —véase Manuel Peña— o la cinematografía —especificada por Magí Crusells—, pero también la inagotable imaginación para burlarla. Así como la represión de la enseñanza y el no reconocimiento de la libertad de cátedra y la larga vigilancia sobre la ciencia —abordados por Alberto Carrillo Linares—, dependiente primero de Falange y luego bajo control de los católicos.
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Hasta 1945 el régimen franquista estuvo inmerso en una estrategia posibilista, que le llevó a tejer una red de continuas negociaciones enmarañadas, con la traída y llevada guerra del wolframio, la devolución del oro nazi o la larguísima negociación de los Pactos de Madrid. Se trataba de aguantar y de sobrevivir al final de la Segunda Guerra Mundial con continuos reacomodos. Una política adaptativa en la que se entrecruzaron, en ocasiones de manera contradictoria, los prioritarios intereses económicos y los artefactos ideológicos con el objetivo de apuntalar al régimen. Los distintos capítulos de este libro aportan más información a estas dinámicas de tira y afloja: la progresiva aceptación del franquismo al hilo del permanente interés norteamericano por mantener las cuotas de intercambio comercial durante y después de la segunda guerra —como observa Misael Arturo López—; las contemplaciones de los aliados para aplicar la estrategia del Safehaven y beneficiarse de la liquidación de los bienes alemanes —que pormenoriza Carlos Collado Seidel—; y el gran éxito negociador de Demetrio Carceller para mantener abiertos los conductos comerciales con ambos bandos contendientes —explicado por Francisco Contreras—. Y, junto a ello y por ello, la fuerte permanencia del lenguaje político para consumo interno a pesar del reacomodo exterior —como marca Zira Box—; el nulo reconocimiento de los derechos democráticos, representados aquí por la censura aplicada a la prensa, la radio, el libro —véase Manuel Peña— o la cinematografía —especificada por Magí Crusells—, pero también la inagotable imaginación para burlarla. Así como la represión de la enseñanza y el no reconocimiento de la libertad de cátedra y la larga vigilancia sobre la ciencia —abordados por Alberto Carrillo Linares—, dependiente primero de Falange y luego bajo control de los católicos.